Todos recordamos los maravillosos versos del español Miguel Hernández (1910-1942), quien tuvo una vasta producción literaria en sus cortos años de vida. Fue un escritor comprometido con la situación política de su país, durante la guerra, pero en sus últimos tiempos compuso obras románticas de una gran belleza y un valor realmente inconmensurable.
Aquí les dejamos algunos de sus poemas más mentados y bellos para que puedan compartirlos con sus seres amados.
SENTIR
Sentir no quiero la cascada de tu risa navegando en mi recuerdo y la cadena de tus brazos arropándome en tu pecho. Sentir no quiero tu palabra enamorada acariciando mi lamento; y la lluvia de tus montes seduciendo mis silencios. Sentir no quiero tus colinas encrespadas devorando mis desiertos; y el oasis de ternura que tejes con el beso.
Sentir no quiero el halcón de tu mirada desafiando mis intentos y el amor de tu capricho galopando en mis inviernos. Sentir no quiero el perfil de tu silueta esculpiéndose en mi huerto; y la mujer que se somete al primer roce de tu fuego. Sentir no quiero la agonía que se siente al sentir que no te tengo...
DESPUES DEL AMOR
No pudimos ser. La tierra no pudo tanto. No somos cuanto se propuso el sol en un anhelo remoto. Un pie se acerca a lo claro, en lo oscuro insiste el otro. Porque el amor no es perpetuo en nadie, ni en mí tampoco. El odio aguarda un instante dentro del carbón más hondo. Rojo es el odio y nutrido. El amor, pálido y solo.
Cansado de odiar, te amo. Cansado de amar, te odio. Llueve tiempo, llueve tiempo. Y un día triste entre todos, triste por toda la tierra, triste desde mí hasta el lobo, dormimos y despertamos con un tigre entre los ojos. Piedras, hombres como piedras, duros y plenos de encono, chocan en el aire, donde chocan las piedras de pronto.
Soledades que hoy rechazan y ayer juntaban sus rostros. Soledades que en el beso guardan el rugido sordo. Soledades, para siempre. Soledades sin apoyo. Cuerpos como un mar voraz entrechocando, furioso. Solitariamente atados el amor, por el odio. Por las venas surgen hombres, cruzan las ciudades, sordos. En el corazón arraiga Solitariamente todo.
Huellas sin campaña quedan como en el agua, en el fondo. Sólo una voz, a lo lejos, siempre a lo lejos la oigo, acompaña y hace ir- igual que el cuello a los hombros. Sólo una voz me arrebata este armazón espinoso de vello retrocedido y erizado que, me pongo. Los secos vientos no pueden secar los mares jugosos. Y el corazón permanece fresco en su cárcel de agosto, porque esa voz es el alma mas tierna de los arroyos.
Mi fiel: me acuerdo de ti después del sol y del polvo, antes de la misma luna, tumba de un sueño amoroso.
Amor: aleja mi ser de sus primeros escombros, y edificándome, dicta una verdad como un soplo. Después del amor, la tierra. Después de la tierra, todo.
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